Aunque las minúsculas sienten adoración por los humanos, ocurre a veces que se sienten disconformes con la actuación de algunos. Ellas nos observan desde sus páginas y nos juzgan por sus baremos ridículos minúsculos.
Cuando así ocurre, las pequeñas se organizan en ejércitos epistolares de contenido lamentable, se ponen en plan Pepito Grillo y apelan a las conciencias. Y como no les gusta nada eso de enviar anónimos, firman con el nombre de su propio humano.
Jamás arreglan nada con estas epístolas, ninguna conciencia se remueve por ello, pero las bobas lo siguen haciendo como si el mundo dependiera de ellas.
Las mías envían cartas en mi nombre constantemente. Y a ver cómo explico que yo no he sido, que se me han rebelado las minúsculas, que es cosa de estas locas indómitas.