Cuando una minúscula pierde la cabeza, todas la demás letras que forman palabra con ella se verán contagiadas por la delirante situación. Y no importa si se trata de una palabra tan corta como un simple "ay" u otra más larga como, pongamos por ejemplo "desesperaciones": la poderosa locura minuscular será emulada por todas las demás compañeras y a partir de ese momento nadie puede saber qué significados adquirirá la palabra en cuestión.
Si algún día una palabra leída en una nota, libro o carta le inquieta o le revuelve, si le hace perder la compostura y la serenidad, ande con ojo: en esa palabra hay una minúscula que ha perdido la cabeza, la ha hecho perder a las demás letras y está en camino de hacérsela perder a usted.
Si algún día una palabra leída en una nota, libro o carta le inquieta o le revuelve, si le hace perder la compostura y la serenidad, ande con ojo: en esa palabra hay una minúscula que ha perdido la cabeza, la ha hecho perder a las demás letras y está en camino de hacérsela perder a usted.
Muy bueno, me has hecho reir. Un saludo
ResponderEliminarSi es que las minúsculas, sin proponérselo e incluso sin que ellas lo sepan, tienen una gran capacidad de influencia y de liderazgo.
ResponderEliminarYo misma sé de alguna minúscula que escribe unos relatos que contagian al lector con su mensaje: tierno, o misterioso, o divertido...
Besos bella aminúsculA
No es malo, me parece a mí, correr ese riesgo, porque puede ser también que el contagio sea por una palabra como ¡viva! Y todas saltando de alegría...
ResponderEliminarBesitos, ami
Sí es cierto, esta clase de inquietudes, de sobresaltos, de locuras transitorias son terriblemente contagiosas...
ResponderEliminarImagino a las minúsculas descocadas liderando una revolución solo cambiando una palabra de un sesudo manifiesto. Un beso.
ResponderEliminarSi viene de las minúsculas, bienvenido sea!
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