
A nadie le sorprenderá (a estas alturas) saber que a las minúsculas les encanta la navidad, ni que no es por motivos mayúsculos o históricos. A ellas simplemente les encanta ver lucecitas de colores, paquetes envueltos en papel crujiente con mil dibujos, regalos maravillosos...
Cuando una minúscula dice "felices fiestas", no es un deseo que expresa, sino una constatación... tal vez redundante para su ingenua cabecita, ya que "infelices fiestas" no es algo que ellas puedan comprender.
Las mayúsculas sí comprenden las infelices fiestas, y ello resulta tan habitual que tienen que desearselo las unas a las otras, (con media boca eso sí) incrédulas de que ello fuera posible. Pero hay que entenderlas, para ellas la Navidad es un gasto tremendo, ya que su generosidad las impulsa a derrochar en regalos carísimos (aunque muchas veces no muy acertados, pero es el precio lo que cuenta).
La navidad en minúsculas es bien diferente. Es ridícula, lo confieso. Las minúsculas se reunen, con sus gorritos rojos sobre la cabeza, muchas veces incluso llevan matasuegras y serpentinas de spray... en fin, me resulta bochornoso entrar en detalles... El caso es que, de esta guisa, las minúsculas cenan (cualquiercosaquepuedacomerse), cantan (deaquellasmaneras) y se reparten sus estúpidos regalitos (léase lápices de colores, sombreros rojos, paraguas en fucsia y amarillo... etc.). Y con eso son felices y lo recuerdan a todas horas, se lo dicen a todo el mundo: "¡felices fiestas! ¡felices fiestas!"... y así hasta después de Reyes, pobrecitas.