
Tampoco es buena idea regalarle una vírgula a su jefe por Navidad (¿por qué no la clásica botella de nosequé vino caro?) y será mejor que lo explique antes de que nadie cometa un suicidio laboral.
Para empezar, las vírgulas no son útiles. Tal vez lo fueran tiempo atrás, pero hoy día nadie recuerda qué era aquello que hacían las vírgulas para ganarse el derecho de convivir con las letras. Hoy en día si alguien decide adoptar una vírgula, debe tener claro que no va a sacarle ningún provecho, más bien será la vírgula quien le saque provecho a una/o, sobretodo si se es minúscula.
Por otro lado hay que destacar que las vírgulas son incapaces de mantenerse a ras de papel: les gusta trepar lo más alto posible, sin tener en cuenta si están agarradas a un interrogante o al sombrero de una mayúscula inglesa (los sombreros de las mayúsculas inglesas son tan caros como lo son de feos, es un asunto directamente proporcional, por increíble que parezca).
Las vírgulas, mal que nos pese, durmen de día. Si alguien logra ver una vírgula a la luz del día, debe ser porque está comiendo o pidiendo comida (el ataque a los sombreros ingleses se produce siempre con nocturnidad, que es cuando las vírgulas cobran vida). Si no me creéis, abrid un libro cualquiera y encontrad una sola vírgula. Encontraréis comas y tildes, sí, pero vírgulas ninguna (es increíble que, siendo de la misma familia, tengan un comportamiento tan diferente).
Otra de sus peculiaridades es lo complicado que resulta darles la medicación ya que... bueno, mejor leerlo pinchando
aquí, el ser que describen... bien podría tratarse de una vírgula... mi primera vírgula sin ir más lejos.
En resumen: nada de vírgulas por Navidad. Quien quiera meterse en semejante lío, que se lo busque solito.